Miedo al miedo

Fue el psiquiatra alemán Carl Westphal el primero que acuño este término en 1872.

Etimológicamente, la palabra Agorafobia, significa en griego, miedo a la plaza. Las personas que padecen este trastorno evitan los lugares públicos y las multitudes, también los espacios abiertos o aquellas situaciones en las que estiman que huir puede resultar complicado.

La agorafobia es un tipo de trastorno de ansiedad que provoca que, quien la sufre, sienta temor frente a circunstancias reales o anticipadas en las que se considera incapaz de huir y teme sufrir un ataque de pánico.

Este trastorno suele aparecer después de alguna situación traumática en la que se sufrieron uno o más ataques de pánico, motivo por el cual, se comienzan a evitar dichas situaciones o aquellos lugares susceptibles que se estiman susceptibles de repetir aquella experiencia.

El gran problema de la agorafobia es que, esta ansiedad anticipatoria ante la posibilidad de que se repita una situación así, suele ir en escalada y extenderse a otros contextos, haciendo que la persona vaya limitando sus actividades de manera progresiva, llegando en los casos más graves a restringir por completo la vida y la capacidad de movimiento de la persona.

Es por esta tendencia a la cronicidad que la agorafobia precisa de tratamiento para resolverse.

La Agorafobia es una de las fobias más comunes, llegando a suponer el 60% de las mismas y también de las más incapacitantes. Suele aparecer entre los 20 y 30 años, concretamente, en dos tercios de todos los casos, los primeros síntomas aparecen antes de los 35 años.

Su incidencia es doblemente frecuente en mujeres que en hombres.

¿Cuáles son las causas de este trastorno?

  • La herencia genética, concretamente la heredabilidad es del 61 %.
  • Temperamento ansioso, nervioso, otros trastornos. Padecer otros trastornos como ansiedad, depresión, o neurosis hacen más fácil la aparición de la agorafobia.
  • Experiencias de aprendizaje. Los sucesos negativos durante la infancia tienen mucho peso en el desarrollo de este trastorno.
  • Estrés ambiental. Los sucesos traumáticos y el estrés ambiental son detonantes de la agorafobia
  • Abuso de substancias o de alcohol.
  • Respuesta ante los ataques de pánico.

Los agorafóbicos suelen evitar

  • Los espacios abiertos (estadios, calles transitadas, puentes)
  • Los espacios cerrados (ascensores, cines etc.)
  • Las multitudes.
  • Las esperas en una fila.
  • El uso del transporte público.
  • Determinadas situaciones sociales.

La evitación

El temor anticipatorio frente a la aparición de las crisis de pánico hace que el agorafóbico desarrolle conductas de evitación.

Este tipo de conductas afectan de forma muy negativa el curso de la agorafobia.

Algunas personas se ven obligadas a abandonar sus tareas diarias, dejando de asistir a su lugar de trabajo por temor a sufrir una crisis y pudiendo llegar a un aislamiento total para evitar salir de casa o de aquellos espacios en los que se sienten seguros.

Por lo general, cuando existe la presencia de alguna persona de confianza el temor disminuye y se hace más fácil el exponerse a determinadas situaciones, esto provoca que, en algunos casos, las personas con agorafobia generen una gran dependencia de sus familiares, amigos o pareja, afectando negativamente a su autoestima y a sus relaciones. En algunos casos, todos estos factores terminan desmoralizando a la persona y desembocando en otros trastornos como la depresión o el abuso de substancias.

Es por ello que resulta de suma importancia buscar ayuda profesional para detener el curso del trastorno y evitar males mayores.

Tratamiento

El tratamiento para vencer la agorafobia es a largo plazo.

La psicoterapia es efectiva pues ayuda a conocer aquellos factores que desencadenan las crisis.

También la terapia de exposición es de gran ayuda, pues facilita el desarrollo de recursos y la tolerancia frente a los síntomas, disminuyendo la ansiedad de manera gradual y logrando la desensibilización a los lugares y situaciones que provocaban las crisis.

Los tratamientos farmacológicos son efectivos contra la agorafobia y necesitan ser prescritos por un especialista.

Es habitual la utilización de antidepresivos ISRS (Citalopram, Escitalopram, Sertralina, Fluoxetina y Paroxetina). También Venlafaxina y Duloxetina.

En algunos casos al inicio del tratamiento se añade una benzodiacepina (Lorazepam, Clonazepam o Alprazolam) al antidepresivo.

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